En la mayor parte de los casos, la orbitopatía tiroidea aparece asociada al hipertiroidismo (la glándula tiroides produce más hormonas de las que el cuerpo necesita), aunque también puede aparecer en pacientes con hipotiroidismo e, incluso, en personas que no padecen enfermedad tiroidea.
El hipertiroidismo se produce cuando, por razones no determinadas, el organismo genera unos anticuerpos que afectan a la glándula tiroides, provocando que esta tenga más actividad de lo habitual. Estos anticuerpos también pueden influir en los tejidos blandos de la órbita y de la región periorbitaria, así como a los músculos que mueven los ojos (músculos extraoculares), provocando la inflamación de estas estructuras.
En principio, la orbitopatía tiroidea no se puede prevenir, sin embargo es recomendable que, una vez diagnosticada la patología que afecta a la glándula tiroidea, el paciente acuda a la consulta del oftalmólogo para que este realice una valoración. El objetivo es detectar posibles problemas visuales de forma temprana y evitar complicaciones.
El tratamiento de la orbitopatía tiroidea está directamente relacionado con la severidad de la enfermedad y, en consecuencia, con los tipos de síntomas que presente el paciente y la intensidad de los mismos.
En las etapas iniciales, cuando los síntomas son leves, se emplearán tratamientos con el objetivo de frenar la inflamación y evitar los problemas en la superficie ocular.
Cuando la inflamación da paso a la fibrosis de los músculos y de la grasa orbitaria y a la proptosis, el especialista puede optar por la cirugía para la descomprensión orbitaria y, posteriormente, cuando sean necesarias, por la cirugía para corregir el estrabismo y la retracción palpebral.